Las fuentes iconográficas
Cuántas veces, ante una construcción románica o gótica, no nos paramos a admirar figuras de músicos, bailarinas, acróbatas, escenas de combates, juegos con animales… u otras más enigmáticas relacionadas con mitos paganos, seres monstruosos, animales extraños o comunes, etc. El catálogo de motivos visuales del arte medieval es casi inacabable y nuestra curiosidad hace que queramos interpretarlas o, al menos, hacernos una idea aproximada de qué quiso decirnos quien ahí las puso. Nos gustaría conocer su código, si es que eso fuera posible, pero hemos de coincidir en que las fuentes en que se basan estas imágenes son muy variadas, exóticas incluso.
También descubrimos que los gestos de personajes, acciones que se realizan o rasgos identificatorios se mantienen pese a la distancia física y temporal. En algunas podemos advertir que son simple traslado, divertido en unos casos, interesado en otros, de algo relacionado con la vida diaria medieval como pueden ser los oficios o las actividades de ocio, mientras en otros casos intuimos que contienen un mensaje oculto, o religioso y moral.
En un abordaje sintético y, ciertamente, incompleto y discutible, podríamos agrupar las fuentes más importantes de la iconografía medieval en estos cinco grupos:
a) Como corresponde a cualquier otra religión, tenemos las imágenes o símbolos que están relacionados con el funcionamiento del universo en lo abarcable para el ser humano, es decir, en aquello que se relaciona con sus necesidades vitales. Se trata de símbolos celestes, relacionados con la alternancia del día y la noche, con la fertilidad de la naturaleza y sus ciclos, con el paso del tiempo… como corresponde a una religión aérea o solar como es el cristianismo. Estos, pasan, en muchos casos, a ser elementos o series geométricas: círculos, estrellas, nudos, cruces gamadas y otras, y también símbolos fálicos que convocan a las fuerzas que harán que la vida resurja. Junto a estos símbolos deberíamos incluir también las referencias a las religiones telúricas y en especial a las serpientes, fecundadoras de la tierra.
b) Imágenes que podemos relacionar con la mitología grecolatina, que, aunque resulte sorprendente, seguía conservando una gran carga de significatividad en la Edad Media y, junto a ellas, otras cuya procedencia es más lejana, que han sido traídas desde oriente o Egipto y han sido resignificadas por el cristianismo. Aquí tendríamos una lista larguísima de divinidades griegas, egipcias y orientales, personajes o héroes como Heracles, Alejandro Magno, atlantes, furias… y de seres y animales fantásticos como los grifos, las sirenas, arpías, centauros, hombres salvajes, etc. Aunque, por supuesto, tienen relación con el grupo anterior, ya que explican el funcionamiento de la naturaleza, tienen también que ver con el destino del hombre y de su alma.
c) Como parece lógico, las que están directamente relacionadas con los textos bíblicos, sean del antiguo o nuevo testamento, entre las que habría que destacar la serie de héroes y personajes que harán referencia a las cualidades de Cristo, como Sansón, Job y otros, y todas las relacionadas con la vida de Cristo, especialmente con su nacimiento, vida pública y pasión… sin olvidar todo lo vinculado al Apocalipsis: el Juicio Final, auténtica fuente inagotable de torturas para los pecadores. No debemos olvidar incluir aquí a los Evangelios Apócrifos, no ortodoxos pero llenos de historias interesantes.
d) Aquellas que contienen personajes de la iglesia como los santos, y sus sucesores: los obispos, sacerdotes, frailes y militares, lo que podríamos llamar el ejército divino y sus héroes.
e) Imágenes de personajes relacionados con la literatura medieval, con las narraciones, leyendas o historias que se trasmitían, muchas de ellas relecturas de mitos clásicos, y también las de corte moral más explícito, relacionadas con la lucha entre las virtudes y los vicios, que provienen también de la literatura de los primeros siglos de nuestra era. Deberíamos tener aquí presente que el libro más extendido en la Edad Media, es decir, el más copiado tras la Biblia, es el catálogo de seres que conocemos en sus distintas versiones como el Fisiólogo.
Son, pues, cinco grandes fuentes iconográficas, muy diversas y que nos llevan a cinco orígenes temáticos. A partir de aquí se plasman en imágenes que pueden tener un cierto orden cuando se plasman en una portada o un claustro y abordan un programa iconográfico.
Las imágenes están ahí, han sido plasmadas de modo repetido y bastante similar pese a la distancia y el tiempo, como decimos, pero pensemos que cada motivo iconográfico debe mantener una línea interpretativa coherente y no arbitraria. Es decir, su significado debe estar relacionado con un mensaje concreto, y no cualquiera, de modo que pueda ser repetido, y ello exige que se basen en un texto referencial. Si no cuentan con anclaje textual, las imágenes tienden a derivar sin fin y sin sentido. Es decir, que cada motivo iconográfico debe apoyarse en una referencia textual “pública” o citable y, de alguna manera verificable. Esto se aprecia muy claramente cuando indagamos sobre el origen de iconografías relacionadas con el alma o la muerte. Vemos que a cada motivo iconográfico nuevo corresponde un texto que lo ha generado. Si se representa el alma como una mariposa, es porque así se describe en la literatura clásica. Si abordamos el motivo iconográfico del “encuentro de los tres vivos y los tres muertos”, encontraremos detrás los textos budistas y su relectura islámica. Si estudiamos el motivo “danza de la muerte”, encontraremos su origen textual en el Vado Mori y otros textos anteriores.
Tras convenir, entonces, en la necesaria presencia de textos de referencia, debemos plantear las cuestiones de: quién podía acceder a ellos, y cómo se trasmitía su mensaje explicativo a gente. A la primera cuestión deberíamos responder que, fundamentalmente, eran los religiosos quienes tenían acceso a ellos en los monasterios, bibliotecas y universidades de su tiempo, y que son éstos religiosos los encargados de trasmitirlo a los artistas, a la hora de definir el programa iconográfico de una obra. Pero respecto a la trasmisión, ampliada a todo el estamento clerical, debemos tener en cuenta que, en muchos casos, la persona que explicaba las imágenes era casi tan analfabeta como el que recibía la explicación, es decir que las referencias textuales eran aprendidas para ser repetidas.
Los contenidos que se asociaban a las imágenes, aquello que se explicaba, llegaban a la gente a través de dos medios: del sermón fundamentalmente, pero, también, según nuestra óptica, a través de las artes escénicas. En la época medieval, las artes escénicas son, junto al sermón, uno de los grandes medios de comunicación social y de trasmisión cultural existentes, están pensados ambos para una población analfabeta y, entre los dos, las artes escénicas constituyen el recurso más controvertido y menos conocido.
Lo espectacular y dramático, en una época que se describe tradicionalmente como lúgubre y triste, pasan a ser componentes fundamentales de las expresiones culturales y de la vida social.
La propuesta que desde el proyecto iTM! (Iconografía y Teatro Medieval) hemos trabajado es la de que, en algunos casos, las imágenes que observamos en los edificios medievales son imágenes que han sido captadas en las plazas, o tienen que ver con rituales relacionados con la impartición de justicia o costumbres, y que, no pocas veces, están tomadas directamente de representaciones escénicas medievales, entendidas éstas en un sentido amplio.
Veamos un ejemplo que puede resultar aclaratorio: la formación del motivo iconográfico que conocemos como una “piedad”. Todos somos capaces de reconocerla: una mujer sentada sostiene entre sus brazos sobre sus rodillas, el cuerpo de su hijo muerto, son, claro, la Virgen y Jesús. Coincidiremos en que esta imagen tiene una gran fuerza dramática que se deriva de que altera el orden del mundo: el hijo que muere antes que su progenitor. Una escena muy dolorosa, que se sigue pintando, como nuestro pintor Juan José Aquerreta ha hecho hace pocas décadas con su obra Madre de todos los hombres (2002), con referencia a acontecimientos de actualidad.
Desde el punto de vista iconográfico, no será hasta el siglo XIV cuando se esculpa por primera vez, y la encontremos en una talla alemana. Su fuente textual no la encontraremos en los evangelios. Es una escena que ocurriría después del descendimiento y no hay una referencia precisa a ella. ¿De dónde viene, pues? La respuesta es clara: del teatro medieval, sin duda. Hay constancia de que en la liturgia de la pasión se escogían “escenas” o momentos de especial dramatismo para ser representados ante el público con la intención de conmoverle. Uno de ellos era éste. Pero, insistimos, ¿y la fuente textual? Existe. Se encontró en el monasterio de Montecassino y es un poema del siglo XII que el monje que hacía el papel de virgen María recitaba, y en el que, de modo resumido expresa su dolor, y dice que, ella que le llevó nueve meses en su seno, ahora lo tiene muerto entre sus brazos. Lo interesante, además, de este texto, es que está escrito en lengua vernácula, en un primitivo italiano, para que fuera bien entendido por los fieles. Sin duda el latín resultaba eficaz para la liturgia solemne y sus rituales, pero cuando se trata de llegar a la gente y conmoverla, las artes escénicas tendrán que utilizar las lenguas vernáculas.
Respecto al origen del teatro medieval, los expertos suelen señalar que la transmisión cultural de la época clásica grecorromana se había roto, y que, del teatro clásico apenas quedaban en los monasterios ejemplares de las comedias de Terencio y Plauto, utilizadas como textos o modelos para aprender latín. Pero encontramos también el testimonio de una abadesa del siglo XII, concretamente de Roda de Isábena, que reñía a sus religiosas por entretenerse en leer en exceso estas comedias costumbristas, lo que indica que existía un conocimiento del lenguaje teatral, y que, en cuestiones de escena, no se partía de cero.
Las representaciones teatrales medievales van realizando el camino que va de la iglesia a la plaza. Así, inicialmente, las artes dramáticas medievales se encontrarán muy ligadas a la liturgia como ocurre con los tropos, una especie de pequeñas representaciones que apoyan la explicación de la liturgia pretendiendo hacerla más accesible al público, los plantus o lamentos como el comentado de la “piedad” u otros monólogos como el de María Magdalena, los rituales penitenciales, las representaciones de Navidad, Pasión, las procesiones… en los que se introduce, junto a la representación dramática o teatral, la música y la danza. Pero lo escénico no es solamente lo teatral religioso, y aparece también ligado a la exhibición del poder y al ocio de la gente, como ocurre en los desfiles, torneos, actuaciones musicales palaciegas y de plaza, entremeses, bailes, luchas de caballeros salvajes, rituales o juegos vinculados a la impartición de justicia… De la iglesia al pórtico, y del pórtico a la plaza. Vemos, pues, que se trata de un recorrido que transcurre claramente desde el interior al exterior, de lo privado a lo público, de lo litúrgico a lo secular, y en donde terminan mezclándose con bailes, contorsionistas, actuaciones circenses, juglarescas… Es necesario hacer aquí una mención especial al grupo de autores de la localidad de Arrás, en el noroeste de Francia que, sobre el año 1200, partiendo de un tema religioso, realizan el primer teatro “laico”, en el sentido de que incluye escenas de la vida corriente, y sus obras se representan en la plaza de la Villa.
De estas representaciones públicas los artistas tomaron buena nota para incluir sus motivos en los encargos que recibían, y hay muchas muestras de que se basaron en ellas para diseñar sus trabajos, ya que incluyeron elementos de atrezzo, efectos especiales propios del teatro, y otros. ¿Dónde iban a encontrar mejor modelo en el que inspirarse, que en la viveza de una representación teatral? Así, las artes escénicas pasan de ser un mero medio de trasmisión del contenido, del texto, a ser una nueva fuente iconográfica, la sexta en la relación que hemos hecho al comienzo.
Lo curioso es que, siendo las artes escénicas por definición momentáneas o fugaces, ya que desaparecen con el último gesto del intérprete, con su saludo, nos hayan dejado una huella permanente en los muros de las iglesias y castillos, en las lápidas sepulcrales… en diferentes artes: pintura, escultura y arquitectura, y también en tradiciones y rituales.
El proyecto iTM! (Iconografía y Teatro Medieval) pretende abrir una nueva ventana con esta perspectiva, y dar a conocer las muy abundantes huellas que existen en nuestro patrimonio monumental y en la cultura inmaterial colectiva de Navarra.
Efectivamente, tenemos la suerte de contar en Navarra con un rico patrimonio material relacionado con las artes escénicas, entre el que encontramos algunos elementos excepcionales en la península ibérica, como la representación mural de una Danza de Muertos en Javier, o el Encuentro de los tres vivos y los tres muertos en Ujué, además de referencias precisas a otros lamentablemente desaparecidos, y todo un abanico riquísimo de escenas representadas relacionadas con procesiones, danzas, música, ordalías, historias que se contaban… Y también un patrimonio inmaterial en castellano y euskera muy reseñable en forma de rituales y narraciones.
Estas son las localidades de las distintas merindades, elegidas para desarrollar el Proyecto:
– en la Merindad de Olite: Valdorba, Tafalla, Olite…, por ser una merindad con un extenso y variado patrimonio medieval, en el que contrastan las iglesias rurales de Valdorba, que tienen gran riqueza de vestigios en arquitectura interior, pintura mural y escultura, que son testimonio de la celebración de ritos penitenciales, procesiones y dramatizaciones, con la sofisticación palaciega de Ujué y Olite, cargadas de temas mitológicos y bíblicos en sus portadas (Heracles, David, Sansón…) y donde hay testimonio de representaciones o entremeses, juegos, torneos, procesiones y desfiles con dragones y hombres salvajes…, otros contenidos vinculados a los grandes monasterios y, finalmente, otros que humanizan nuestro paisaje y nos hablan de la proximidad de la muerte, en buena medida por la amenaza terrible de las epidemias de peste.
– en la Merindad de Estella, que reúne vestigios muy significativos de representaciones teatrales relacionadas con los ciclos de la pasión y epifanía, pero donde también encontramos imágenes no religiosas como la celebración de torneos, justas y ordalías, con una presencia inusitadamente destacada en el Camino de Santiago;
– en la Merindad de Tudela, caracterizada por el cruce de tres culturas muy poderosas, y con gran riqueza escultórica y monumental en la que podemos destacar el decorado de piedra de la Portada de la Catedral pensado para la realización de juicios ante ella, o la riqueza de relatos que encontramos en el claustro, con escenas muy expresivas como la resurrección de Lázaro o las imágenes de la “depositio”, con rasgos evidentes de ser teatralizadas, o la bailarina de la iglesia de La Magdalena;
– en la Merindad de Sangüesa tenemos el vestigio singular, único en la península de una Danza de Muertos en la capilla de Javier, pero, al mismo tiempo, contamos con la riqueza escultórica de Artaiz (bailarinas, músicos…), pinturas de San Zoilo y Gallipiezo, contorsionistas en Navascués… o la misma portada de Santa María de Sangüesa, también escenario judicial, y donde están representadas un buen número de escenas teatralizadas de lucha, leyendas…;
– por último, en la Merindad de Pamplona, tendremos dos lugares de eventos, el primero Altsasu, por ser lugar representativo de una zona en la que encontramos tanto riqueza románica (San Miguel de Aralar, Zamarze, Iturmendi…) como una gran riqueza de vestigios de cultura inmaterial, como son las historias y rituales con origen medieval o anterior en lengua vasca relacionados con el agua, el ”obispillo”, y en segundo lugar, Pamplona-Iruña, capital del reino medieval, que reúne en el Museo muestras importantes de pintura gótica, capiteles del antiguo claustro románico de la catedral con escenas claramente teatralizadas que cuentan la historia de Job, como el uso de un fuelle para crear viento, o la escena del sepulcro vacío en el capitel del ciclo de la pasión; además, el claustro de la catedral de Pamplona reúne una gran riqueza iconográfica relacionada con lo festivo, como son las imágenes de danzas e instrumentos musicales.