Bestiario y simbología en el Monasterio de San Salvador de Leyre
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La primera referencia sobre el Monasterio de Leyre aparece en la famosa carta de San Eulogio de Córdoba y es del año 848 relacionando su fundación con el impulso monástico de la época carolingia. En el siglo IX recibió las reliquias de las santas Nunilo y Alodia y adquirió gran importancia en la iglesia navarra en los siglos X y XI por la cercanía de los reyes navarros, de los que llego a ser panteón y por las numerosas donaciones de la nobleza navarra. Sus abades fueron obispos de Pamplona. El templo románico se consagró en 1057, cercano a Cluny, pero nunca perteneció a su familia ya que su orientación fue benedictina, aunque en el siglo XIII pasó a la orden del Cister.
La gran obra escultórica del Monasterio de Leyre es la Porta Speciosa (puerta hermosa). Se trata de una entrada monumental, constituida por tímpano sobre parteluz y cuatro arquivoltas, además de numerosos relieves repartidos por enjutas, jambas y arquivoltas. Es del siglo XII, aunque algunas de sus esculturas son del siglo XI.
El pez y el hombre del pez
Al pez lo podemos ver en una arquivolta. El mar es el engullidor primordial y supremo, es el abismo maternal y feminizado. Volver al mar es retornar a la madre, morir y el viaje del difunto es frecuentemente “un viaje nocturno por el mar”. El mar es el símbolo del inconsciente, el origen acuático de los seres vale tanto para la psicología como para la mitología y el hombre medieval no se libra de esta obsesión. Los mares están poblados por peces, ocupando un puesto importante por su diversidad de formas y tamaños en los bestiarios medievales.
Del mismo modo que el ave se remonta de la tierra al cielo, el pez “ave de las profundidades” asciende de la zona abisal hacia la superficie. De ahí su carácter de “ser psíquico”, con la pesca suben a la consciencia los contenidos abisales del inconsciente.
El pez ha sido sacralizado en diferentes culturas, el cristianismo entre ellas, viscoso y fusiforme es también un símbolo fálico y demoniaco. Es el barco místico de la vida, está en el origen de toda existencia.
En la portada de Leyre se observa, además de un pez en una arquivolta, al “el hombre del pez” (identificado con Jonás).
El vientre de la ballena se convierte se convierte en un templo interior o en una “tierra celeste” al volver el héroe a sus orígenes; el sarcófago será una alternativa de dicho vientre.
El temor y la resistencia que experimenta el hombre ante un descenso profundo dentro de sí mismo, es la angustia ante el viaje a los infiernos. La ballena se convierte así en el monstruo devorador, es el regreso de las tinieblas a la luz. Jonás al entrar en la ballena vio “enormes misterios”; se hundió en los recuerdos de la infancia escapando del mundo actual.
En el regurgitamiento de Jonás por la ballena hay una inversión del sentido natural de la muerte; sepulcro-cuna.
Según el antiguo testamento, Jonás era un profeta al que Dios envió a convertir paganos a Nínive, ante la dificultad de la tarea, huyó en un barco al que su desobediencia hizo zozobrar. Viendo la tripulación que él era el causante fue arrojado al mar y engullido por un gran pez, identificado como una ballena o monstruo marino. Arrepentido rezó y tres días después fue vomitado en una playa sin haber sufrido daño. Jonás cumplió su destino y fue a predicar a Ninive. Esta escena es de un gran significado teológico como prefiguración de la resurrección de Cristo, al igual que Jonás salió del interior de la ballena, al cabo de tres días, Jesús salió del sepulcro y resucitó también al cabo de tres días.
En esta historia de Jonás, también vemos otras significaciones: la desobediencia, la oración y el arrepentimiento. La ballena, símbolo de la muerte y sepulcro, alude a la resurrección de Cristo, también simboliza la fuerza de la naturaleza que puede ser usada por Dios para llevar a cabo su voluntad.
El origen de la simbología del pez y Cristo lo encontramos en el contexto de los primeros cristianos.
Toro
Encontramos una cabeza de toro en la puerta de entrada al Monasterio de Leyre, la mocheta derecha está esculpida con la forma de una cabeza de toro.
En la clasificación que se realiza en los bestiarios, el toro es un animal ambivalente, puede representar a Cristo y a los vicios. Forma parte del tetramorfos, es la representación del evangelista San Lucas. Las astas del toro también simbolizan la fuerza. Es también la representación de uno de los cuatro momentos de la vida de Cristo; la Pasión, en relación con el tetramorfos (Hombre – ángel; San Mateo, encarnación / Toro; Lucas, Pasión / León; Marcos, Resurrección / Águila; San Juan, Ascensión).
Los vicios mal reprimidos también se representan por medio de un toro, por ser un animal indomable. Es uno de los doce signos del zodiaco.
Los autores cristianos ven en el toro un animal sacrificable, para compararlo con Cristo, que con su sangre limpió los pecados del mundo, en sentido metafórico, esto tenía su origen en el culto a la diosa Mitra, muy importante en la zona de Asia Menor.
Algunos bestiarios medievales nos dicen que su lomo es tan duro que repele la flechas y que son tan feroces que cuando se les captura, el furor los mata.
También es símbolo de la luna con la que se identifica morfológicamente por los cuernos y el creciente lunar.
Por lo que respecta a las mochetas son los elementos arquitectónicos sobresalientes que se encuentran en los ángulos superiores de las puertas donde se apoya un dintel o el tímpano. En la arquitectura románica las encontramos en las entradas de los templos, acceso del espacio profano al sagrado. Los motivos escultóricos de las mochetas tienen un carácter apotropaico, es decir tienen el efecto de alejar el mal y protegerse de él. Estos animales monstruosos se consideran guardianes del templo, que protegen la entrada al recinto sagrado.
Puerta del infierno
En la zona alta de la puerta Speciosa se encuentra la puerta del infierno en forma de una máscara gigante con ojos soslayados, orejas puntiagudas de diablo y una enorme boca sonriente de la que sobresalen hacia abajo colmillos o lenguas, es identificable, es Leviatán, aunque parte de la cabeza y de la boca están dañadas.
A su lado hay un pequeño diablo con cuerpo repulsivo de insecto, coge con sus afiladas garras a un hombre. Esta escena alude a los condenados y es complementaria con el premio a los justos del otro lado de la puerta. Estas tres escenas, están relacionadas: El monstruo, es símbolo de la resurrección, se traga al hombre a fin de provocar un nuevo nacimiento. Todo ser atraviesa su propio caos antes de poder estructurarse: el pasaje por las tinieblas precede a la entrada a la luz. Este tema está ilustrado por Jonás, que engullido en el vientre de un monstruo saldrá profundamente cambiado: la ballena es Leviatán.
En las representaciones del infierno, el juicio final, la anastasis… podemos observar unas enormes fauces abiertas de rasgos zoomórficos a menudo llameantes, es la entrada al infierno. al que van a parar los condenados y que en algunas ocasiones permite entrever las torturas que tienen lugar en el interior y en otras es el umbral del tránsito por el que las criaturas infernales acceden al mundo terrenal.
Serpiente
A lo largo de la historia, la iconografía de la serpiente ha tenido gran trascendencia en todas las religiones, en parte debido a la perfecta integración del concepto biológico y estético.
No es fácil establecer la causa por la que la serpiente alcanzó su gran protagonismo a lo largo de la historia independientemente de la religión, la cronología o la civilización, pero lo cierto es que no provoca indiferencia y difícilmente se justifica su protagonismo.
Los humanos sienten hacia lo ofidios una aversión en cierto modo instintiva e irracional y el miedo a su ataque ya que el hombre se siente indefenso ante la fuerza destructora de las serpientes y el poder de su veneno. Ante su imagen surgen los conceptos del mal, peligro, veneno, agresividad, pecado, perversión, muerte…
En las creencias judeo-cristianas se cita creada por Dios en el quinto día y el Genesis la caracteriza con cualidades propias del ser humano, como la astucia, la capacidad de mentir para sacar provecho de ellos y la elocuencia y el razonamiento. Haciendo uso de su inteligencia suscitó en Eva los deseos de obtener un conocimiento superior arrastrando a Adán hacia el pecado de la desobediencia.
La tentadora no tiene siempre cabeza de reptil, a veces se representa con cabeza de mujer. Los monjes de la Edad Media y los teólogos de las primeras universidades exculpaban a Adán del pecado original afirmando que la auténtica culpable había sido Eva, que haciendo caso a la serpiente aceptó la fruta del árbol prohibido, Adán también desobedeció para no separar su destino del de la primera mujer.
La serpiente es el símbolo del demonio y del mal.
Números animales terrestres ofrecen valores negativos especialmente los que reptan y viven bajo la tierra. Los reptiles se asocian a los vicios y a las bajas pasiones, aunque sin perder de vista la polisemia del símbolo. A lo largo del tiempo ha sufrido un cambio de signo, es un animal telúrico, relacionado con la tierra, es encarnación de la Diosa Madre Tierra ya que emerge del suelo, repta por la superficie y se vuelve a esconder en el interior. En la génesis judeo-cristiana se convierte en diablo, enemigo de Dios y del hombre y protagonista del episodio del pecado original.
Cuando la serpiente bebe agua del rio, se deshace de su veneno, los fieles deben hacer lo mismo cuando se reúnen en la Iglesia para escuchar la palabra de dios.
Bibliografía
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