Aunque los días anteriores amenazaban lluvia, en La Rioja disfrutamos de una estupenda temperatura que facilitó que pasáramos un día muy agradable. Bajo las nubes, el paisaje mostraba verdes oscuros, también tonos rojizos en la tierra, y se veían las cepas cargadas, listas para la vendimia. Un buen día para disfrutar de La Rioja y su románico.
Comenzamos la visita en Santa María de Nájera. Quien lo ha visitado sabe que el claustro es espectacular y su iglesia monumental, pero íbamos buscando, antes que el gótico, su pequeña huella románica. La encontramos en el sepulcro de doña Blanca de Navarra, hija y madre de reyes. El dramatismo de la escena de su muerte está muy bien narrado: la elevación de su alma, el dolor de su entorno familiar…, junto a los mensajes figurados que advierten de la importancia de estar preparados, como la representación de la parábola de las vírgenes prudentes y necias, tema muy poco frecuente por aquí. En el exterior vimos los restos que se conservan de la galilea, a los pies de la iglesia.
Tricio nos hizo viajar unos siglos atrás, hasta el mundo romano reciclado y vuelto a reciclar. Desde el mausoleo familiar romano junto a la calzada, a través de un contexto cementerial, a la iglesia de tres naves, las columnas y capiteles romanos, los arcos visigodos… Una iglesia singular, con el atractivo de la mezcla.
Después de comer subimos hasta el monasterio mozárabe de Suso. La iglesia es sencilla, compleja y magnífica al mismo tiempo. La arcada central y las capillas de la cabecera nos sobrecogen y casi nos llevan a hacer comparaciones con lo más bonito del prerrománico peninsular. Su origen eremita está muy presente en lo que ha quedado de ella, aunque suponemos que tuvo también un scriptorium fabuloso. Deslució la visita la prisa de la guía. Apetecía disfrutarla más despacio, respirar su aire, fijarnos en detalles…
Antes de volver a casa nos quedaba por visitar el monasterio de Cañas. Desconocido para buena parte de nosotros, nos sorprendió la armonía del gótico radiante y, sobre todo, la luz de la cabecera. Debió ser durante siglos un monasterio muy rico a tenor de lo que hoy se puede ver.
Si algo hay que destacar de la visita es que las cuatro iglesias están estupendamente restauradas y que su riqueza se enseña de modo muy adecuado. La accesibilidad de Suso es menor seguramente por la presión turística de la que formábamos parte, pero en el resto encontramos facilidades ya que está musealizadomuy correctamente, lo que es de agradecer.
Volveremos pronto a La Rioja, ya que nuestra guía, Ana Ulargui, nos propuso un nuevo itinerario.